¡Échale pluma!, comprar café en la calle es un gran gasto hormiga: te compartimos cuánto podrías ahorrar si dejas de hacerlo
Tomar café es una costumbre diaria para millones de personas, ya sea antes de ir al trabajo o durante la jornada laboral. Sin embargo, este hábito puede convertirse en un gasto constante que impacta tus finanzas personales. Prepararlo en casa es una alternativa sencilla que puede generar ahorros considerables sin renunciar a la bebida favorita de muchos.
El precio de un café comprado en la calle varía según el lugar y la marca. En establecimientos de cadena, el costo promedio ronda los 25 pesos, mientras que en cafeterías más especializadas como Starbucks o Cielito, la cifra puede elevarse hasta los 65 pesos. Si consumes uno diario de lunes a viernes, el gasto mensual mínimo sería de 500 pesos y, en casos más frecuentes, puede superar los 1,000 pesos.
Estos pequeños gastos diarios son considerados “gastos hormiga”, es decir, aquellos desembolsos que parecen insignificantes individualmente, pero que sumados al mes representan un impacto real en el presupuesto personal. Un ejemplo claro es cuando se consumen tres tazas al día de 40 pesos cada una, lo que se traduce en alrededor de 2,400 pesos al mes si se adquieren en cafeterías de renombre.
Por el contrario, preparar tu café en casa reduce este costo de forma drástica. Existen opciones accesibles como el café soluble, cuyo precio promedio por frasco permite gastar alrededor de 114 pesos mensuales si se toma una taza diaria. Otra opción son las cápsulas de café, con un costo aproximado de 115 pesos al mes bajo el mismo consumo.

Para quienes prefieren el café de grano, esta opción resulta aún más económica. Con un costo promedio de 94 pesos por kilo, el gasto mensual puede ser tan bajo como 28 pesos por taza diaria, además de permitir personalizar la preparación al gusto. De esta manera, el ahorro puede superar fácilmente los 400 pesos al mes en comparación con comprar café en la calle.
Tomar la decisión de preparar café en casa no significa dejar de disfrutarlo, sino administrar mejor el gasto sin renunciar al hábito. Con pequeñas acciones, como elegir el tipo de café y la frecuencia de consumo, es posible optimizar los recursos y destinar ese dinero a otras necesidades o incluso al ahorro personal. En tiempos donde cada peso cuenta, este cambio puede ser una estrategia financiera efectiva.
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