El caso de Forever 21 refleja una transformación profunda en el sector minorista: las marcas que no se adaptan al comercio digital y a los nuevos hábitos de consumo
La icónica marca de moda juvenil Forever 21 anunció su segunda quiebra en Estados Unidos, marcando el cierre de más de 350 tiendas físicas en el país. Fundada en 1984 en Los Ángeles, la empresa fue pionera en el modelo de fast fashion, ofreciendo tendencias a precios accesibles. Sin embargo, su incapacidad para adaptarse al entorno digital y la feroz competencia de plataformas como Shein y Temu precipitaron su caída.
El colapso financiero de Forever 21 se atribuye a múltiples factores: una deuda acumulada de $1,580 millones de dólares, pérdidas de $400 millones en los últimos tres años y una disminución drástica en la afluencia a centros comerciales.
Además, sus competidores asiáticos se beneficiaron de la “de minimis exemption”, una política que permite importar productos sin pagar aranceles, lo que erosionó los márgenes de la marca estadounidense.

Aunque la operación en Estados Unidos se detiene, Forever 21 continuará con sus tiendas internacionales y su plataforma de comercio electrónico. La propiedad intelectual de la marca no forma parte del acuerdo de bancarrota, lo que permite que sus franquicias en otros países sigan funcionando con normalidad4.
El grupo Authentic Brands, actual dueño de la marca, busca compradores que puedan relanzarla en formato digital.
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El proceso de quiebra se realiza bajo el Capítulo 11, lo que implica ventas de liquidación, cesión de activos y una pausa forzada en sus operaciones nacionales. La empresa ha contactado a más de 200 posibles compradores, aunque aún no se concreta ningún acuerdo. Mientras tanto, los empleados enfrentan incertidumbre y los arrendadores podrían sufrir pérdidas significativas.