La reforma que prohíbe jornadas laborales completamente de pie ya está en vigor, pero su impacto dependerá de su correcta implementación
Millones de trabajadores en México desempeñan funciones que les exigen permanecer de pie durante varias horas, muchas veces sin pausas para sentarse o cambiar de postura.
A partir del 17 de junio, entró en vigor la conocida “Ley Silla”, una reforma a la Ley Federal del Trabajo que prohíbe a los empleadores obligar a sus trabajadores a estar de pie durante toda la jornada. El objetivo es prevenir las afectaciones físicas derivadas de esta postura prolongada y proteger la salud de quienes desempeñan oficios como vendedores, meseros, cajeros o demostradores.
De acuerdo con datos recientes, el 35% de las personas que trabajan de pie lo hace por más de ocho horas diarias, y un 47% se mantiene en esa postura entre cuatro y ocho horas. Esta exposición continua no solo genera fatiga muscular localizada, sino que puede desencadenar várices, dolor crónico en espalda baja y cuello, e incluso aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares a largo plazo.
Alejandra Silva García, académica de Salud Pública en la UNAM, explica que la sobrecarga biomecánica en las extremidades inferiores y en la región lumbar es un efecto directo de esta práctica laboral común. Por ello, sostiene que la medida debe ir acompañada de descansos programados y la posibilidad de alternar posturas cada 30 a 60 minutos, para permitir la recuperación muscular.

Más allá de sentarse: ergonomía y contexto laboral
La Ley Silla representa un avance importante en materia de derechos laborales y salud ocupacional. Sin embargo, especialistas coinciden en que su aplicación debe ir más allá de simplemente colocar una silla en el lugar de trabajo. Sergio Aguilar, consultor en ergonomía, advierte que sin criterios técnicos claros, la ley puede quedar en una interpretación ambigua y poco funcional.
Una silla adecuada para el descanso de quien trabaja de pie no es cualquier asiento. Debe contar con respaldo que proteja la región lumbar, altura ajustable y estabilidad suficiente para evitar accidentes. De lo contrario, en lugar de prevenir riesgos, podría generar nuevas lesiones. En ese sentido, se ha sugerido que se establezca una Norma Oficial Mexicana (NOM) que detalle las características mínimas que deben cumplir estos equipos.
Silva García también insiste en que el tipo de silla debe adaptarse a las tareas específicas de cada trabajador. Por ejemplo, un demostrador en una tienda y un operario de línea en una planta industrial tienen necesidades físicas diferentes. La silla debe contemplar aspectos como inclinación del asiento, firmeza del respaldo y posibilidad de apoyo sin que el trabajador tenga que forzar la postura.
Ambos expertos coinciden en que una mala implementación puede no solo invalidar el beneficio, sino incluso incrementar los riesgos ergonómicos. Por ello, hacen un llamado a las empresas a recurrir a especialistas antes de adquirir equipos o rediseñar sus espacios de trabajo, con el fin de evitar gastos innecesarios o contraproducentes.
Salud y productividad: una relación inseparable
Aunque algunos empleadores han mostrado escepticismo sobre la efectividad de la reforma, existen estudios que vinculan el descanso postural con una mayor productividad y menor rotación de personal. Un trabajador menos fatigado y con menos dolencias físicas es también más eficiente, menos propenso a errores y menos propenso al ausentismo.
En este sentido, la Ley Silla puede representar una oportunidad para replantear no solo la salud ocupacional, sino también los modelos de organización del trabajo. Empresas que ya han incorporado descansos programados y sillas ergonómicas reportan mejores condiciones generales en el clima laboral y en los resultados de sus equipos.
La clave, según Aguilar, está en ver el descanso no como una concesión, sino como parte del diseño inteligente del trabajo. “La gente no es más productiva por estar de pie ocho horas. Lo que importa es cómo se trabaja, no cuánto se aguanta”, puntualiza.
La Ley Silla también podría impulsar un cambio cultural. A lo largo de décadas, el permanecer de pie ha sido interpretado como símbolo de “estar ocupado” o “estar atento”. Sin embargo, esta percepción ha empezado a modificarse conforme crece la conciencia sobre los impactos de las condiciones laborales en la salud a largo plazo.
Retos pendientes para consolidar el derecho al descanso
Pese a que la ley ya está en vigor, queda pendiente su reglamentación técnica. Una norma complementaria que defina criterios ergonómicos y obligaciones diferenciadas por tipo de industria ayudaría a facilitar su cumplimiento. También será clave la labor de inspección y seguimiento por parte de las autoridades laborales para garantizar que el derecho no quede solo en el papel.
Además, se requiere una estrategia de comunicación efectiva para que tanto empleadores como trabajadores conozcan sus derechos y responsabilidades. En sectores como el comercio, el turismo o la seguridad privada, donde se concentran muchos de estos empleos, será fundamental articular campañas de información y asesoría técnica.
En definitiva, la Ley Silla marca un paso relevante en el reconocimiento de los derechos posturales y de descanso. Pero su éxito dependerá de la voluntad de ir más allá de lo simbólico y convertir la reforma en una mejora real y concreta para millones de trabajadores que ya no deben elegir entre cumplir con su jornada o cuidar su salud.
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