En campañas futuras, el guinda seguirá siendo un activo simbólico. Su presencia en calles, redes y eventos no solo recuerda al votante quién gobierna, sino que prepara el terreno para el relevo, generando familiaridad y continuidad
El color guinda se ha convertido en mucho más que una identidad visual para el partido político Morena (Movimiento Regeneración Nacional). Es un símbolo de continuidad, pertenencia y estrategia electoral. Desde su fundación, Morena adoptó el guinda como tono oficial por su asociación con la tierra, la sangre, la dignidad y la lucha social. Hoy, ese color se ha transformado en una herramienta de posicionamiento político que permea gobiernos estatales, campañas y comunicación institucional.
En al menos 11 entidades del país, se han documentado bardas, pendones y lonas con los colores guinda, blanco y negro, utilizados para promover procesos electorales, incluso en contextos donde los partidos no están facultados para hacerlo. Esta presencia cromática no menciona candidatos ni partidos directamente, pero genera una asociación inmediata con Morena, reforzando su narrativa y presencia territorial.
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Los gobernadores emanados de Morena han mantenido el uso del guinda en sus informes, redes sociales, eventos públicos y hasta en la imagen institucional de sus administraciones. Esta práctica, aunque no explícitamente partidista, refuerza la conexión emocional con el electorado, proyectando unidad y continuidad entre el gobierno local y el proyecto nacional.
Desde el punto de vista estratégico, el guinda funciona como una marca política. En marketing electoral, los colores generan recordación, identidad y fidelidad. Al mantener el guinda como color dominante, los gobiernos morenistas preparan el terreno para las próximas elecciones, posicionando visualmente a sus sucesores y alineando la narrativa institucional con la del partido.

Además, el uso del guinda permite a los gobiernos estatales evitar rupturas simbólicas entre administraciones. En lugar de cambiar colores o estilos al asumir el cargo, los gobernadores morenistas refuerzan la idea de que el proyecto sigue, que hay cohesión y que el cambio prometido se mantiene vigente. Esto genera confianza entre sus bases y facilita la transición hacia nuevas candidaturas.
Aunque algunos críticos señalan que esta práctica puede rozar los límites de la neutralidad institucional, no hay una prohibición directa sobre el uso de colores en la comunicación gubernamental, siempre que no se promueva explícitamente a un partido o candidato. Por ello, el guinda se mantiene como una herramienta poderosa, legal y emocionalmente efectiva.

En campañas futuras, el guinda seguirá siendo un activo simbólico. Su presencia en calles, redes y eventos no solo recuerda al votante quién gobierna, sino que prepara el terreno para el relevo, generando familiaridad y continuidad. En un país donde la imagen pesa tanto como el discurso, el color guinda se convierte en un mensaje silencioso pero contundente.



