Ha habido cambios pero no ha sido suficiente, ser mujer aún sigue siendo sinónimo de ‘ganar menos’
El avance hacia la igualdad salarial en México continúa, aunque a un ritmo que aún revela grandes pendientes. Según el Índice Global de Brecha de Género 2024, elaborado por el Foro Económico Mundial, el país se posicionó en el puesto 33 de 146 naciones, una ubicación que refleja avances moderados, pero también desafíos profundos en el ámbito laboral para las mujeres. La conmemoración del Día Internacional de la Igualdad Salarial, cada 18 de septiembre, recuerda la importancia de atender estas desigualdades estructurales.
El informe subraya que, a nivel mundial, solo se ha cerrado el 60.5% de la brecha económica entre hombres y mujeres. Este dato evidencia que, pese a los esfuerzos internacionales, todavía falta casi un 40% para lograr condiciones equitativas en participación laboral y remuneración. Las cifras colocan en perspectiva el trabajo que aún queda por hacer antes de hablar de verdadera igualdad salarial.
En el caso mexicano, la brecha económica se ha cerrado apenas en un 61.2%, lo que indica que persiste un 38.8% de desigualdad en acceso, permanencia y oportunidades de crecimiento dentro del mercado laboral. Aunque las leyes mexicanas establecen la igualdad de salario por el mismo trabajo, los datos muestran que en la práctica esa equidad no se refleja en los ingresos finales de millones de mujeres.
La diferencia salarial se profundiza al analizar los sectores en los que ellas predominan. Actividades como la limpieza, los cuidados o el trabajo doméstico siguen siendo empleos feminizados, con condiciones precarias y sin una remuneración que garantice una vida digna. Esta distribución laboral limita de forma directa el acceso de las mujeres a puestos de mayor rango, desarrollo profesional y mejores salarios.
Roles de género, cuidados y desigualdad estructural
Además de la diferencia en ingresos, el informe señala que el trabajo de cuidados continúa siendo una de las principales razones que frenan la igualdad económica. La falta de reconocimiento y remuneración justa en este ámbito se sostiene sobre estereotipos arraigados, donde las actividades del hogar se consideran “tareas” y no trabajo con valor económico. Este lenguaje refuerza la idea de que el cuidado es una obligación femenina, no un empleo que debe pagarse.

A ello se suma que los roles tradicionales siguen marcando las dinámicas laborales en México. La asociación histórica de “mujer–ama de casa” y “hombre–proveedor” ha consolidado un modelo desigual que afecta a ambos géneros. Mientras los hombres enfrentan limitaciones para acceder a empleos con horarios flexibles o roles de cuidado, las mujeres cargan con dobles jornadas y una dependencia económica difícil de revertir.
Estas condiciones han llevado a que muchas mujeres acepten puestos mal remunerados o sin prestaciones, exponiéndose a abusos laborales y falta de reconocimiento profesional. La desigualdad salarial no es un fenómeno aislado, sino una violencia estructural que involucra estereotipos, discriminación y falta de acceso a oportunidades de crecimiento.
La situación se agrava en empleos informales, donde la ausencia de regulación deja fuera beneficios como seguridad social, licencias por maternidad o salarios competitivos. Este segmento representa a una parte importante de la población femenina trabajadora en México.
Maternidad: otro factor que limita el crecimiento laboral femenino
La maternidad continúa siendo un punto crítico en la desigualdad salarial. Muchas mujeres reciben sueldos más bajos después de convertirse en madres, generalmente por la necesidad de acceder a jornadas reducidas o a trabajos flexibles que permitan cumplir con las responsabilidades del hogar. Esta realidad se mezcla con la falta de corresponsabilidad paterna y la carencia de políticas laborales que faciliten la distribución equitativa del cuidado.
No solo se trata de menores salarios, sino también de obstáculos para ascender en sus centros de trabajo. En múltiples sectores, las trabajadoras enfrentan prácticas discriminatorias durante contrataciones, promociones o asignación de responsabilidades. La maternidad, en lugar de verse como una etapa natural en la vida de muchas mujeres, se convierte en un argumento para negarlas a puestos de liderazgo o a salarios más competitivos.
Esta doble carga limita severamente el progreso profesional. La falta de infraestructura pública como guarderías suficientes, licencias parentales igualitarias y políticas de conciliación refuerza la desigualdad. El resultado es un mercado laboral donde las mujeres avanzan con menor velocidad y enfrentan condiciones más desafiantes.
Aun así, diversas organizaciones civiles insisten en que visibilizar estas problemáticas es crucial para impulsar reformas que permitan equilibrar las oportunidades entre hombres y mujeres, especialmente en lo relacionado con ingresos, liderazgo y corresponsabilidad.
Una brecha que atraviesa todos los sectores
La desigualdad salarial no distingue profesiones ni ámbitos. Desde el deporte y la investigación hasta el arte, la salud y la industria cinematográfica, las mujeres continúan ganando menos que los hombres en roles equivalentes. Esta disparidad evidencia un patrón cultural que se repite incluso en sectores tradicionalmente asociados con la innovación o la equidad.
Al interior de las empresas, la cultura organizacional sigue siendo un factor determinante. En muchos espacios laborales se mantienen prácticas que ofrecen a las mujeres salarios menores aun cuando desempeñan funciones idénticas a las de sus compañeros varones. Estas dinámicas perpetúan la idea de que deben “demostrar más” para obtener lo mismo, reforzando ciclos de explotación y desvalorización profesional.
Frases como “esfuérzate más y ganarás más” continúan normalizando un entorno donde la igualdad salarial se convierte en un privilegio, no en un derecho garantizado. La exigencia constante por “ganarse el lugar” refleja la falta de perspectiva de género en las políticas de reclutamiento y desarrollo.
Pese a ello, diversas instituciones, empresas y colectivas comienzan a implementar acciones para cerrar esta brecha, desde programas de liderazgo femenino hasta auditorías salariales internas que promueven la transparencia.
Reflexión y urgencia de cambio
Este análisis internacional permite dimensionar que la desigualdad salarial no solo es un problema de ingresos, sino un fenómeno con raíces profundas en la cultura, la economía y la estructura social. La falta de acceso a liderazgo, la precarización laboral y la carga desproporcionada del trabajo doméstico son parte de una cadena que mantiene esta brecha vigente en México y el mundo.
El informe del Foro Económico Mundial muestra que el camino hacia la igualdad aún es largo, pero también marca áreas donde el cambio es posible. La educación, el acceso tecnológico, el liderazgo en las empresas y la corresponsabilidad en los hogares son claves para avanzar.
México, en el puesto 33 mundial, tiene una oportunidad tangible de seguir escalando posiciones si se compromete a cerrar las brechas que todavía vulneran el desarrollo profesional y económico de millones de mujeres.
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