Uno de los destinos más paradisíacos de los últimos años está en crisis y muchos lo califican de ‘pueblo fantasma’
La caída turística en Tulum ya no es una percepción, sino una realidad que preocupa a todo el sector. De acuerdo con cifras oficiales de la Secretaría de Turismo de Quintana Roo, la ocupación hotelera en el primer tramo de octubre de 2025 fue de 49.2 %, frente al 66.7 % registrado en el mismo periodo del año anterior. La diferencia de 17.5 puntos porcentuales refleja una desaceleración severa en uno de los destinos más icónicos del Caribe mexicano, conocido por su mezcla de lujo, naturaleza y espiritualidad.
Las calles de Tulum, que antes rebosaban de vida, hoy lucen más tranquilas; los comercios reportan menores ventas y los hoteles han tenido que reducir tarifas para mantenerse competitivos. Sin embargo, los descuentos no son suficientes para compensar la baja afluencia ni cubrir los costos operativos. Este fenómeno no es exclusivo de Tulum: amenaza con replicarse en otros polos turísticos de México, como Huatulco, Puerto Escondido o las costas de Veracruz, donde la dependencia del turismo es alta y la diversificación económica escasa.
El problema va más allá del número de visitantes. Las bajas tarifas hoteleras, la falta de personal capacitado y los altos costos de mantenimiento agravan el panorama. Muchos empresarios enfrentan dificultades para sostener sus operaciones ante la escasez de trabajadores, un fenómeno vinculado a los programas sociales federales que, según denuncias previas del sector, restan incentivos a los empleos locales. Esto limita la competitividad y compromete la calidad del servicio en plena temporada media.
Ante este escenario, especialistas en economía turística sugieren tres acciones urgentes. La primera, una inyección de liquidez condicionada que permita a los destinos con caídas superiores al 10 % acceder a fondos de emergencia, siempre que se comprometan a mantener estándares mínimos de calidad, capacitación y promoción digital. La segunda, una promoción internacional estratégica, dirigida a los principales mercados emisores, con nuevos productos turísticos que combinen ecoturismo, cultura y bienestar.

La tercera medida apunta al reordenamiento territorial y mejora de la infraestructura turística. Obras de recuperación de playas, control del sargazo, mejora de vialidades y servicios básicos son esenciales para garantizar experiencias consistentes y seguras. En el caso de Tulum, los expertos advierten que no basta con tener paisajes paradisíacos: se requiere una gestión ambiental y urbana eficiente para mantener su atractivo a largo plazo.
Por su parte, el sector empresarial también tiene un papel crucial en la recuperación. Los hoteles y prestadores de servicios deben apostar por innovar experiencias, ofrecer productos diferenciados y fortalecer la colaboración local. La competencia basada en bajar precios debe sustituirse por una estrategia de valor agregado: turismo gastronómico, cultural y de experiencias auténticas. Asimismo, urge fortalecer la capacitación interna y la retención de talento, mejorando las condiciones laborales para evitar la fuga de personal calificado.
Tulum representa una alerta roja para el turismo nacional. Su crisis no debe verse como un fracaso aislado, sino como un llamado a la acción conjunta entre gobierno, empresarios y sociedad. México sigue siendo una potencia turística global, con una riqueza natural y cultural incomparable; sin embargo, su sostenibilidad depende de decisiones inteligentes, inversión constante y compromiso con el bienestar de quienes viven del turismo. Solo así, destinos como Tulum podrán renacer sin perder su esencia.
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